Jueves, 18 de Octubre de 2012 14:33
Cuba actualidad, La Víbora, La Habana, (PD) Cuando en el año 2003, el régimen pensó que había acabado con la disidencia, después de los 75 enjuiciados con altas sanciones, surgieron las Damas de Blanco.
Al frente de ellas se ganó un primerísimo lugar Laura Pollán Toledo, líder indiscutible de las mujeres que formaron este movimiento, que llegó a convertirse en una alternativa nacional. Las calles de Miramar y de otros repartos céntricos del país, como el propio municipio Centro Habana, donde Laura vivía, conocieron del coraje de estas señoras, que como única arma llevaban un gladiolo rosado en sus manos, que se convirtieron en garras de amor, paz y dignidad, para representar a todos los que de una forma u otra defienden los derechos del pueblo de Cuba; y con su coraje llegaron a extenderse y representar a toda la nación cubana.
También el mundo tuvo en consideración los sacrificios de las Damas de Blanco para liberar a este grupo de presos políticos y les otorgó premios y reconocimientos, en particular el Parlamento Europeo les concedió el Premio por los Derechos Humanos y la Libertad, Andrei Zajarov, el 25 de octubre de 2005.
Siempre que hubo una situación difícil, o triste, allí estuvo presente Laura Pollán, no importaba cuán lejos tuviera que ir, ella y las valientes mujeres que la acompañaban, siempre decían presente. Asistió en Santa Clara, Villa Clara, a la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, se traslado hacia Pedro Betancourt, Matanzas, para participar en los funerales de Gloria Amaya, madre de los hermanos Sigler; recorrió prácticamente la isla, cuando fue a Banes, Holguín, al velorio de Orlando Zapata Tamayo; en fin, su idea de la solidaridad no tenía límites.
Pero siempre resaltará el hecho de que durante más de siete años se mantuvo asistiendo domingo tras domingo a la Iglesia de Santa Rita, enclavada en la barriada de Miramar, municipio de Playa, donde con su ejemplo hizo que las mujeres que la respaldaban tuvieran también una actitud que nunca fue cuestionada, porque conservaron siempre y lo siguen haciendo, el respeto que la casa de Dios merece. Sin embargo, durante sus recorridos por la Quinta Avenida y a veces en tramos más largos, fueron asediadas constantemente por la policía política, a través de las turbas chusmas que contrata para ello.
En múltiples ocasiones, fueron golpeadas, arrastradas, vilipendiadas, conducidas fuera de la zona y cometida sobre ellas cualquier otra violación de los derechos humanos. En particular, a Laura le fracturaron un brazo y quedó una constancia gráfica de ello que ha recorrido los noticieros internacionales y está en la presencia de las mujeres que hoy recorren las calles para recordarla, en una pegatina puesta en un pullover blanco. Pero nada de esto fue óbice para que continuaran su labor hasta conseguir que fueran liberados los 75 presos por los cuales luchaban.
Hoy, las Damas de Blanco -convertidas en una asociación- llevan su nombre, mantienen la misma línea de trabajo extendida a todos los presos políticos del país, siguen siendo objeto de humillaciones y golpizas, pero en todas ellas se mantiene vivo el espíritu de Laura, su verbo y su acción. La mujer que fue ejemplo durante su vida, lo sigue siendo después de muerta.