Jueves, 13 de Septiembre de 2012 11:40
Cuba actualidad, Santos Suárez, La Habana, (PD) Los que desde el inicio siguieron las barbaridades económicas que hizo el régimen, recordarán que en los primeros años de la “involución”, se compró una barredora de nieve.
La centralización de la planificación hace maravillas de desastres en lo que a inventarios –de cualquier tipo- se refiere, porque quien decide comprar y donde hacerlo, no saca dinero de su bolsillo, por lo tanto puede permitirse cualquier desliz.
Los inventarios deben tener una adecuada rotación para que se utilicen correctamente los recursos materiales y haya un mínimo de pérdidas. Pero ¿qué está establecido a nivel del país para que esto se cumpla? Como en la mayoría de los problemas económicos que existen, la burocracia y el “super” control hacen mella.
Entonces, aparecen los llamados inventarios ociosos, que también pueden ser de medios básicos, y que se echan a perder, como se pudo constatar en un artículo del periódico Granma del viernes 24 de agosto titulado: “Toneladas por atrapar y ley por cumplir”, donde se pone de manifiesto la indolencia en el control de los inventarios: más de 15 mil toneladas de acero de una nave de lo que pudo ser la planta procesadora de níquel en Las Camariocas, Moa, provincia de Holguín, han sido víctimas de la corrosión en espera de decisiones sobre su destino.
Pero, ¿es solo este almacén de hierros el que existe en el país? No, hay numerosos lugares -a lo largo y ancho de la isla- en los que las malezas y las inclemencias del tiempo se comen inventarios abandonados.
Sólo habría que recodar los centrales que se desmantelaron hace más de una década y cuestionarse, ¿se aprovecharon los inventarios de medios básicos allí existentes, o todavía pululan dentro de las naves, que deben estar cayéndose?
No existe un organismo en el país que sea capaz de dedicarse a controlar la liquidación de todos los bienes de una empresa, establecimiento o unidad que cierra por diferentes motivos.
Los directivos de las entidades que terminan sus funciones económicas, debieran mantenerse activos hasta que hayan sido reducidos a cero los inventarios en libros y en físico. Pero eso no sucede así, porque en primer lugar la contabilidad -que es casi inexistente- no tiene ni registrados los bienes materiales que constituyeron la entidad en su momento de inicio, más aquellos que fueron incorporándosele, para realizar los correspondientes ciclos de producción y/o servicio.
Si se analiza el planteamiento oficial del director de la Empresa de Suministros y Transporte Agropecuario de Holguín, Jorge Luis Pupo, que es ingeniero mecánico, se podría constatar la necesidad de que estos dirigentes tengan una cultura económica y financiera. Él ha decidido no vender los productos ociosos que tiene en almacén, porque le provoca pérdidas económicas al tener que ofertarlos en cuantías inferiores al valor con que aparecen registrados en sus inventarios. Parece algo tomado de un libro de mal manejo financiero y contrario totalmente a la agilización que deben tener los inventarios en las empresas. Pero se pudiera averiguar primero que todo: ¿quién compró esa cantidad de recursos que se convirtieron en ociosos? Seguramente ya no trabaja en esa empresa, pero debe haber ido a hacer lo mismo a otra.
El Estado todopoderoso podría tener un mecanismo establecido que le permitiera a la entidad -al menos- vender estos medios como materia prima y asumir una parte de la pérdida, ya que los Ministerios correspondientes, a través de sus direcciones especializadas, no son capaces de supervisar en un momento determinado la adquisición de inventarios en cantidades innecesarias. Hay que explicar que hasta hace poco no era parte del objeto social de las empresas la venta de materias primas, no se permitía por el mal llamado “sistema económico”; al menos algo ha cambiado.