LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Uno de los problemas más acuciantes que tiene en estos momentos la población cubana es el transporte. El régimen no admite con facilidad las situaciones de desastre por las que atraviesa. Es por eso que el hecho de que se publiquen cifras sobre el asunto en el periódico Granma, hace que los cubanos, acostumbrados a leer entre líneas, comprendan cuán escabroso es este dilema y lo difícil que resulta remediarlo.
Para la transportación pública de la capital, con unos 2,2 millones de habitantes, más la población flotante, que crece día a día, se anunció que el parque es de 900 ómnibus. De ellos, en el primer semestre de este año rodó un promedio de 49,4%. En el resto del país, los ómnibus urbanos son prácticamente inexistentes. La solución para moverse localmente está en coches de caballo, transporte privado colectivo, bicicletas y motocicletas.
Del grave inconveniente del transporte las personas han hecho motivo de conversación en cualquier lugar de reunión. Claro que no es lo único negativo del que se habla, porque cuando los cabezas de familia llegan del trabajo a la casa, se enfrentan a un cúmulo de dificultades que no les permite pensar en otra cosa más que en las necesidades que se amontonan sin salida. Y entre ellas, el “pan nuestro de cada día”, que cada vez se hace más difícil de conseguir. No solo por la escasez. También por los precios, inalcanzables para el ciudadano promedio.
En cuanto a los ómnibus, las calles por donde transitan, que se supone sean las arterias principales en los diferentes municipios, están en un estado deplorable, porque la palabra “mantenimiento” se borró del diccionario del régimen, o fue sustituida por otras, como internacionalismo proletario o cooperación con países hermanos, que reciben toda la atención y los pocos recursos del sistema. Ello contribuye a que se rompan más fácilmente las guaguas en los recorridos que tienen planificados.
Como la tendencia es a cero, ya que trasladarse a cualquier lado de la capital se hace más difícil cada día, habrá que buscar soluciones temporales, que no pueden ser los “boteros”, pues todos los pasajeros no disponen de 10 pesos para transportarse en ellos. Quizás retomen lo que ha sido un apoyo en el interior del país: los coches de caballo. Ya en el casco histórico de la ciudad existen algunos de ellos, pero para el servicio al turismo extranjero.
El uso de estos coches trae una serie de consecuencias, las cuales recientemente fueron consideradas como negativas, durante la epidemia del cólera en la provincia Granma. Por ejemplo, en Manzanillo, los coches son conocidos localmente por “cativanas”. Las calles en este municipio se mantienen sucias, ya que los caballos van regando las heces fecales y la orina. Y como no se les da mantenimiento y están llenas de huecos, se acumula agua estancada y, con ella, se mezclan estas deposiciones de los animales.
Se supone que en su trayectoria por la ciudad, los cocheros usen estercoleros para recolectar el estiércol de los animales. Aquí, en la capital, tendrían que habilitar una tienda en divisas para vender estos culeros de caballos. Y como es natural, igual que hicieron en Manzanillo, los que no cumplan con las medidas, estarán sujetos a multas de 200 pesos, y si son reincidentes, les quitarán la licencia.
Entonces cabría modificar la canción que se hizo popular en la década de los 70, del siglo pasado: “A Bayamo en Coche”. Y su estribillo diría: “En La Habana en Cativana”.
Bromas aparte, sin dudas el regreso a la transportación de pasajeros mediante vehículos de tracción animal, algo desaparecido con la introducción del automóvil a principios del siglo XX, constituye otra buena muestra del desarrollo social que ha alcanzado la “revolución” en sus más de 53 años de dictadura. El resurgimiento de los coches de caballos en pleno siglo XXI quedará como otro de los grandes “logros” del socialismo castrista.