Por: Martha Beatriz Roque Cabello
En estos días se pueden recordar varias efemérides, alguna de ellas olvidada por la reconstrucción de la historia que ha hecho el actual régimen cubano.
El 19 de mayo de 1895, muere José Martí en Dos Ríos. Todo el recorrido que hizo Martí a
través de las Américas en la década de los ochenta y principios de los noventa (Siglo XIX), sirvió
como contribución para organizar la lucha de los cubanos. Trabajó junto a Maceo y Gómez en
la organización de fuerzas antiespañolas. No obstante, la guerra no fue tan rápida y
concluyente como pensó. Cayó prematuramente en una escaramuza con las tropas españolas.
Tres años después la propia guerra incitó la intervención de los norteamericanos, algo que
Martí había dado como posible.
El 20 de mayo de 1902 Don Tomás Estrada Palma, toma posesión de la presidencia de Cuba y termina la presencia norteamericana en la Isla, pero con la Enmienda Platt. Ese día el general Leonard Wood, gobernador militar norteamericano entregó el mando de la nación al primer presidente electo de la nueva república, quien fuera antiguo sucesor de Martí al frente del Partido Revolucionario Cubano.
El pueblo celebró siempre con júbilo este día, en que los cubanos caminaban hacia una nueva era de libertad política, con optimismo moderado, pero con ideas de futuro; ya que las condiciones en las que nuestro país transitó a nación independiente, no estaban seguidas de problemas sociales o políticos considerables, como había ocurrido en otros lugares de América Latina. También se daban buenas condiciones económicas, al convertirse en un creciente mercado azucarero.
Después de que Fidel Castro tomara el poder no se celebró más esta fecha. Para recordar a Estrada Palma, sólo quedan sus zapatos en la base de la estatua que le fue erigida en la Avenida de los Presidentes.
El 15 de mayo de 1955, Batista le concede la libertad a Fidel Castro y a los que asaltaron el Cuartel Moncada, los que salieron exiliados hacia México. En aquel entonces un político iluminado, el congresista Rafael Díaz Balart, estuvo en contra de la amnistía, conocía bien las intenciones de Fidel Castro y alertó que sólo anhelaba el poder total. Sin embargo Fulgencio Batista, equivocadamente, sólo vio en Castro a un joven soñador, impulsivo y rebelde; y no a un líder que pondría en peligro su dictadura.
El 17 de mayo de 1959 se firma la primera Ley de Reforma Agraria, que fue algo tímida, si se compara con los deseos de poder que ha tenido siempre el régimen. Un mes antes Fidel Castro había visitado los Estados Unidos de América y se había reunido con el aquel entonces vicepresidente Richard Nixon. En una de sus recientes “Reflexiones”, plantea que solo ha conocido a un presidente: James Carter, porque en aquel entonces Nixon no lo era.
La Ley de Reforma Agraria establecía límites en la cantidad de caballerías que podría tener un dueño. Todo lo que estaba por encima de estos límites era confiscado por el gobierno, el que se comprometía a compensar a los dueños por las pérdidas sufridas. La compensación estaba basada en el valor en que la tierra había sido tasada, pero las leyes de Tasamiento de Propiedades en Cuba, no habían sido revisadas desde hacía más de 30 años. Claro esto, hasta aquel momento, beneficiaba el pago de impuestos por posesiones; pero fue negativo para la compensación de la pérdida.
Aunque esta Ley impuso redistribuir la tierra, no repercutió en la comercialización del azúcar y sus derivados, que se reservaba al Estado.
Las Leyes de Reforma Agraria, solo sirvieron para desordenar todo el sistema productivo del país, ya que Cuba es -fundamentalmente- una isla vinculada a la producción agropecuaria. Antes de 1959, de distintas provincias se acopiaban productos para enviar a los Estados Unidos de América, lo que permitía un comercio en aquel entonces valorado en más de 500 millones de dólares, cifra importante para la época. Hoy el norte está dentro de los cinco primeros socios comerciales del régimen, a pesar del tan “cacareado “embargo”.
No obstante, es importante recordar que los disparates que se cometieron en la agricultura, desde el principio, en particular la administración de los grandes centrales en manos de personas ineptas, así como las decisiones festinadas del “Comandante en Jefe” con respecto a plantaciones (recordar el Cordón de La Habana), el ganado, el daño hecho a los suelos, y el encaprichamiento del “Sabelotodo en Jefe”, en muchos de los renglones de la agricultura han traído un daño muy difícil de restaurar. No debe haber alguien capaz de calcular qué tiempo necesita el país para recuperar la agricultura y la ganadería.
Aunque las épocas han cambiado y ya no se trata de desecar la Ciénaga de Zapata para sembrar arroz, las relaciones productivas han cogido un rumbo equivocado, que será muy difícil de corregir.
Ciudad de La Habana, 18 de mayo de 2009.