Por: Martha Beatriz Roque Cabello
El contacto con el pueblo es muy importante para poder medir la temperatura social. Conocer lo que piensa y habla la gente en la calle, los ómnibus, las tiendas u otros lugares donde el público se encuentra, es casi una encuesta del grado de impopularidad que tiene el régimen en estos momentos. Aunque después se añada: “pero no pasa nada”. Sí, es cierto, pero el desgaste social tiene un límite y algún día se llegará a él.
Acontecimientos puntuales recientes, permiten conocer como ha cambiado la actitud social y la mentalidad del cubano promedio. Baste analizar algunos ejemplos.
El primero, un programa de televisión de Miami, del pasado día 1ro de diciembre, bastante visto en Cuba, con el título de “A Mano Limpia” (que conste que no es propaganda al Canal 41, ni a su conductor, el dominicano –muy conocedor de la realidad cubana- Oscar Haza); se presentaron 3 jóvenes bailarines de Danza Contemporánea que habían abandonado la compañía, después de una función en México y que por diferentes vías llegaron a la Florida, a pesar del flamante Memorándum sobre la devolución de inmigrantes que firmaron Cuba y los Estados Unidos Mexicanos.
Uno de estos recién llegados, el hombre, dijo haber pertenecido al Ballet Nacional y su traslado para esta otra agrupación obedeció a la posibilidad de viajar y no regresar. Contó, que su padre era un coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y que le había comunicado antes de salir, su decisión de no volver.
Durante el show televisivo los productores llamaron a Cuba y el joven habló con su padre, el que le mostró –en el aire y en vivo- todo su apoyo. Algo así, era difícil de imaginar un tiempo atrás, pues según el bailarín, su progenitor es una persona convencida de la ideología castrista. Esto hubiera implicado, en el momento de la confesión, una gran discusión y la alta posibilidad que el propio papá denunciara a su hijo y no le permitieran viajar.
Otra situación, se produjo en un taxi, durante una conversación con un chofer que alquila su auto, sin la correspondiente licencia. Confiesa que su mayor aspiración es emigrar del país. De hecho espera con ansiedad el fin del mes de diciembre, para poder acudir a obtener la ciudadanía española, como nieto de persona nacida en la “Madre Patria”.
Él se siente totalmente marginal al gobierno, es un hombre de 53 años, graduado en una especialidad de técnico medio, en la antigua RDA (República Democrática Alemana). Ante la pregunta de ¿por qué quiere irse del país?, una respuesta rápida, que no pensó dos veces: “Son 50 años que me han quitado de vida y solo me he graduado de universitario en el invento, aprendiendo como burlar al propio gobierno para sobrevivir”.
Pasando por la céntrica calle 23, en la barriada de “El Vedado”, dos hombres parados en la calle con sendos billetes de 10 pesos, pararon una ambulancia. No tuvieron ningún impedimento para montar en ella inmediatamente. El vehículo que es bastante grande, salió a una velocidad, evidentemente mayor que la establecida en la vía, y fue abriéndose paso entre los autos que transitaban en aquel momento, en horas de la tarde.
Este chofer de ambulancia al parecer comparte el título de graduado de la “universidad del invento” , diploma que se ven obligados a adquirir un número considerable de cubanos, algunos incluso, practicando la corrupción. Situación que permite pensar en lo difícil que será un cambio en la ética social en el momento de la transición a la democracia. Es que hay algunas deformaciones en “el hombre nuevo”, entre ellas, que tiene las manos demasiado largas y el cerebro muy pequeño.
Sin embargo, los que no solo disienten, como una gran parte del pueblo, si no que también se oponen, están pasando por una etapa bien difícil, de las tantas que han tenido los activistas pacíficos dentro del país. Ellos son parte de la sociedad y también adquieren experiencia y tienen cambios en su actitud, buscando formas de solución a los problemas, pero el gobierno se mantiene invariable.
A pesar de que la Constitución de la República, hecha por los mismos que detentan el poder, dice en su artículo 41: “Todos los ciudadanos gozan de iguales derechos y están sujetos a iguales deberes”; y en el Artículo 42: “La discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creencias religiosas y cualquiera otra lesiva a la dignidad humana esta proscrita y es sancionada por la ley. Las instituciones del Estado educan a todos, desde la más temprana edad, en el principio de la igualdad de los seres humanos”; en estos momentos, los disidentes no tienen forma de hacer uso de sus derechos ciudadanos, pues les son coaptados con pretextos evidentemente “prejuiciosos”.
En días recientes, la policía y el Ministerio del interior, se negaron a recibir una solicitud escrita de la entidad “Agenda para la Transición”, con el fin de requerir autorización para la celebración del LX Aniversario de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Si los disidentes no pueden ni presentar una simple carta, están considerados “no personas” con respecto a la propia “legalidad socialista”, su única solución será vivir en una burbuja, para no pisar el suelo de la Patria que los vio nacer.
Aquí también habría que añadir: “pero no pasa nada”. ¿Cuándo se convencerán los que apoyan al régimen que este es un gobierno ilegítimo que viola sus propias leyes? Ambas cosas van paralelas, la necesidad de la transición social y de la transición mental de los que aún creen en los cuentos de “hadas” de la gerontocracia. La instauración de la democracia en Cuba se haría más ágil, si estas dos cosas ocurrieran rápidamente.
Ciudad de La Habana, 4 de diciembre de 2008.