Por: Martha Beatriz Roque Cabello
Sin lugar a dudas el béisbol es el deporte nacional, pasión de hombres, mujeres, jóvenes y niños, que en los últimos días del mes de marzo llenaron los estadios de pelota de la Ciudad de La Habana (Latinoamericano) y Santa Clara (Sandino). No importaba que fuera día entre semana y en horas de trabajo y escuela, así se desarrollaron los juegos de play off en la capital, unas 50 mil personas presenciaron los desafíos.
Aún con las tensiones de la intervención policial en Sancti Spíritus -el 28 de febrero pasado- en el quinto juego de un total de siete, el arbitraje falló y también la dirección del equipo de Santa Clara (conocido como los naranjas), todos los jugadores salieron al terreno a discutir una jugada y fue expulsado por “actitud antideportiva” uno de ellos por faltarle el respeto a un árbitro.
Y es que no hay que dudar que en estos juegos a los que se le pone tanto fervor, también se le añade dinero y se apuesta en los estadios: ¡hasta el strike! Algo incontenible e imposible de eliminar para el gobierno, el que acude constantemente a los medios para resaltar el entusiasmo del espectador. El extremo llega a transmitir una Mesa Redonda, programa televisivo totalmente político, surgido de la llamada Batalla de Ideas, con un grupo de conocidos peloteros para dar pronósticos sobre la serie final, sin dejar de estar presente, como animador, uno de los connotados periodistas de este “show”: Reinaldo Taladrid.
Pero la caja de Pandora se abrió cuando los jugadores del equipo Industriales, conocidos como los leones, llegaron a la capital. La recepción estuvo llena de frenesí, pero también de fobia. De ese odio que el régimen ha sabido introducir dentro de los cubanos y que los enfrenta unos con otros.
Fue una celebración exagerada –de acuerdo a los tiempos- en gasto de recursos y horas sin trabajar. En el medio de una céntrica avenida de la ciudad pusieron un ataúd que contenía “simbólicamente” el cadáver del cátcher del equipo de Villa Clara, nombrado Ariel Pestano, que muestra el número 13 en su uniforme. Los participantes gritaban a los miembros de la Policía Nacional Revolucionaria que custodiaban la actividad: ¡Palestinos!, ¡No queremos palestinos en La Habana!
Los uniformados aguantaron los insultos sin poder responder, pero se torna algo peligroso, pues se sienta el precedente. Cada vez el cubano promedio se vuelve más vulgar y el vacío interior que tiene lo llena con violencia verbal.
Sin embargo, en el IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, que se celebra en estos días, se ha hecho un documento contra la mentira y el odio. En él se vuelve a mencionar –como se ha estado haciendo a diario en los medios- al asesinado Orlando Zapata Tamayo, al que nombran como “delincuente suicida”. Y es que la política del gobierno siempre ha sido la misma, repetir y repetir, para tratar de que la gente crea e incluso utilice el propio lenguaje de la dictadura. Hasta ahora le había dado resultados, pero es que la mentira de Zapata (preso de conciencia por Amnistía Internacional) nadie la entiende.
Primeramente dijeron que había cumplido unos pocos años por problemas de delitos comunes, pero también aseguraron que tenía una larga condena. Nada más y nada menos que 32 años de privación de libertad por el solo hecho de disentir y manifestarse como tal en los centros penitenciarios. Lo que deja claro que en Cuba, los delitos comunes son menos castigados que los de pensamiento.
Movería a risa, si no fuera tan trágico para el pueblo, el que se permitan hablar de odio sembrado por otros, cuando es el propio régimen el que incita, a través de las Brigadas de Respuesta Rápida, al enfrentamiento entre cubanos y a la violencia, tanto verbal como física.
La primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, Liudmila Álamo Dueñas tuvo que reconocer en una intervención durante el Congreso –aunque dándole un tono minimizante- que existen jóvenes que no siguen las líneas que demanda el Estado, que quieren vivir sin trabajar ni estudiar, teniendo dinero y pacotilla, para lo cual se convierten en personas prostituidas (tanto mujeres como hombres) y también en proxenetas.
Esta declaración se contradice con la política de Mariela Castro, que estimula a los homosexuales, la mayoría de ellos jóvenes -y sobre todo a los hombres- a convertirse en travestis y visitar los principales centros nocturnos a los que acuden los extranjeros; así como focalizar lugares en diferentes barrios dedicados a esta actividad.
Es precisamente el gobierno que detenta el poder en el país, el que tiene que reconocer que ha sembrado el odio en tres generaciones de cubanos y que busca constantemente mantener al pueblo revestido de ese ropaje degradante, para poder conservar la cúpula de gerontócratas el mayor tiempo posible disfrutando de su supremacía.
Uno de los principales inconvenientes que confrontan los dictadores en estos momentos es el problema generacional. El que lo reconozcan, ya es un alto índice de peligrosidad, el Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, dejó claro para todos que no hay relevo, el totalitarismo acaba con los que hoy están en el poder.
Ciudad de La Habana, 5 de abril de 2010.
Sin lugar a dudas el béisbol es el deporte nacional, pasión de hombres, mujeres, jóvenes y niños, que en los últimos días del mes de marzo llenaron los estadios de pelota de la Ciudad de La Habana (Latinoamericano) y Santa Clara (Sandino). No importaba que fuera día entre semana y en horas de trabajo y escuela, así se desarrollaron los juegos de play off en la capital, unas 50 mil personas presenciaron los desafíos.
Aún con las tensiones de la intervención policial en Sancti Spíritus -el 28 de febrero pasado- en el quinto juego de un total de siete, el arbitraje falló y también la dirección del equipo de Santa Clara (conocido como los naranjas), todos los jugadores salieron al terreno a discutir una jugada y fue expulsado por “actitud antideportiva” uno de ellos por faltarle el respeto a un árbitro.
Y es que no hay que dudar que en estos juegos a los que se le pone tanto fervor, también se le añade dinero y se apuesta en los estadios: ¡hasta el strike! Algo incontenible e imposible de eliminar para el gobierno, el que acude constantemente a los medios para resaltar el entusiasmo del espectador. El extremo llega a transmitir una Mesa Redonda, programa televisivo totalmente político, surgido de la llamada Batalla de Ideas, con un grupo de conocidos peloteros para dar pronósticos sobre la serie final, sin dejar de estar presente, como animador, uno de los connotados periodistas de este “show”: Reinaldo Taladrid.
Pero la caja de Pandora se abrió cuando los jugadores del equipo Industriales, conocidos como los leones, llegaron a la capital. La recepción estuvo llena de frenesí, pero también de fobia. De ese odio que el régimen ha sabido introducir dentro de los cubanos y que los enfrenta unos con otros.
Fue una celebración exagerada –de acuerdo a los tiempos- en gasto de recursos y horas sin trabajar. En el medio de una céntrica avenida de la ciudad pusieron un ataúd que contenía “simbólicamente” el cadáver del cátcher del equipo de Villa Clara, nombrado Ariel Pestano, que muestra el número 13 en su uniforme. Los participantes gritaban a los miembros de la Policía Nacional Revolucionaria que custodiaban la actividad: ¡Palestinos!, ¡No queremos palestinos en La Habana!
Los uniformados aguantaron los insultos sin poder responder, pero se torna algo peligroso, pues se sienta el precedente. Cada vez el cubano promedio se vuelve más vulgar y el vacío interior que tiene lo llena con violencia verbal.
Sin embargo, en el IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, que se celebra en estos días, se ha hecho un documento contra la mentira y el odio. En él se vuelve a mencionar –como se ha estado haciendo a diario en los medios- al asesinado Orlando Zapata Tamayo, al que nombran como “delincuente suicida”. Y es que la política del gobierno siempre ha sido la misma, repetir y repetir, para tratar de que la gente crea e incluso utilice el propio lenguaje de la dictadura. Hasta ahora le había dado resultados, pero es que la mentira de Zapata (preso de conciencia por Amnistía Internacional) nadie la entiende.
Primeramente dijeron que había cumplido unos pocos años por problemas de delitos comunes, pero también aseguraron que tenía una larga condena. Nada más y nada menos que 32 años de privación de libertad por el solo hecho de disentir y manifestarse como tal en los centros penitenciarios. Lo que deja claro que en Cuba, los delitos comunes son menos castigados que los de pensamiento.
Movería a risa, si no fuera tan trágico para el pueblo, el que se permitan hablar de odio sembrado por otros, cuando es el propio régimen el que incita, a través de las Brigadas de Respuesta Rápida, al enfrentamiento entre cubanos y a la violencia, tanto verbal como física.
La primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, Liudmila Álamo Dueñas tuvo que reconocer en una intervención durante el Congreso –aunque dándole un tono minimizante- que existen jóvenes que no siguen las líneas que demanda el Estado, que quieren vivir sin trabajar ni estudiar, teniendo dinero y pacotilla, para lo cual se convierten en personas prostituidas (tanto mujeres como hombres) y también en proxenetas.
Esta declaración se contradice con la política de Mariela Castro, que estimula a los homosexuales, la mayoría de ellos jóvenes -y sobre todo a los hombres- a convertirse en travestis y visitar los principales centros nocturnos a los que acuden los extranjeros; así como focalizar lugares en diferentes barrios dedicados a esta actividad.
Es precisamente el gobierno que detenta el poder en el país, el que tiene que reconocer que ha sembrado el odio en tres generaciones de cubanos y que busca constantemente mantener al pueblo revestido de ese ropaje degradante, para poder conservar la cúpula de gerontócratas el mayor tiempo posible disfrutando de su supremacía.
Uno de los principales inconvenientes que confrontan los dictadores en estos momentos es el problema generacional. El que lo reconozcan, ya es un alto índice de peligrosidad, el Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, dejó claro para todos que no hay relevo, el totalitarismo acaba con los que hoy están en el poder.
Ciudad de La Habana, 5 de abril de 2010.