Cuando los recursos entraban por “tubería”, en ocasiones era difícil armar una fábrica, porque se recibían partes por diferentes radas del país
LA HABANA, Cuba -Sin dudas, el desarrollo está vinculado a los procesos inversionistas y es por eso que el régimen le ha dado tanta importancia a la nueva Ley de Inversión Extranjera y a la Zona Franca del Mariel.
Pero -siempre existe un pero- si repasamos la historia de estos largos y oscuros 55 años podríamos llegar a la conclusión de que la dictadura no se ha sido acertada al hacer inversiones.
Se puede recordar entre otros gastos indebidos de recursos para procesos de capitalización, algunas de las “ideas” de desarrollo del ex presidente Fidel Castro:
Quiso desecar la Ciénaga de Zapata para sembrar arroz; creó un cordón agrícola alrededor de La Habana que entre otras cosas destruyó los árboles frutales; colectivizó la agricultura con enormes compras de equipos, tales como tractores, arados, alzadoras, etc., y él mismo denunció públicamente que “la familia campesina” salía a pasear en los tractores; cambió la genética ganadera, en particular el ganado vacuno; en una ocasión se compraron acondicionadores de aire para poner a enfriar las cabezas de las vacas y adicionalmente se instalaron equipos de música, con el objetivo de que produjeran más leche; para la producción masiva de plátanos micro jet se adquirieron numerosos equipos de riego; desmanteló la industria azucarera y trató de cambiar las variedades de caña y, entre otras locuras, por imposición de sus ideas se construyó la Presa de Paso Seco, que es un homenaje a lo que no se debió hacer (1).
Con el pensamiento de que todo en Cuba sería lo más grande del mundo -la etapa del “gigantismo”-, se construyeron las hilanderías Celia Sánchez Manduley y Desembarco del Granma, de 80 y 60 millones de metros cuadrados, respectivamente, que nunca produjeron.
También la historia dejó marcada la compra de una barredora de nieve, que fue un homenaje a la planificación centralizada.
Cuando los recursos entraban por “tubería”, como dice el lenguaje popular, de la extinta Unión Soviética, en ocasiones era difícil armar una fábrica, porque se recibían partes de la misma por diferentes puertos del país.
Un poco más del presente, es la inversión del acueducto de Santiago de Cuba, en la que el actual presidente Raúl Castro empeñó su palabra, sin resultados. Una vez terminada la obra fue tan mala que hubo que volver a hacerla.
Sería interminable la lista de errores que se cometieron en los procesos inversionistas y podría siempre surgir alguien que se acordara de algo y lo añadiera.
En estos momentos, la propaganda gubernamental solo hace referencia a las intenciones de empresarios en la Zona Franca de Mariel y a la visita de hombres de negocios de México, Estados Unidos de América y otros países; así como al acuerdo firmado con Moscú para perforar, en la plataforma cubana, pozos petroleros.
Ante esta insistencia habría que investigar qué ha cambiado en el país y en particular en la economía que le permita decir a cualquier hombre de negocio: “Corro el riesgo de invertir en Cuba”.
Echar una mirada por ejemplo a la “Revolución energética”, que incluso contó con un Presidente dando recetas de cocina en la televisión, y que desde el inicio fue un gran fracaso. Esto dio al traste con los llamados trabajadores sociales, que tuvieron a su cargo aplicar toda la corrupción posible, precisamente por el descontrol.
Pero la constante en todos estos años, con respecto a las inversiones, es que todo lo que comenzó con algún éxito se desmoronó con gran rapidez y tuvo un final infeliz.
(1)Tomado en parte de La Patria es de Todos