Por: Martha Beatriz Roque Cabello
El cargo de presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, es de Raúl Castro, pero el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, sigue siendo el ex presidente enfermo, Fidel Castro.
Aunque… el solo hecho de leerla produce vahídos, la Constitución, en su Artículo 5, establece que el Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista- leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista.
Después que se despejaron las incógnitas el pasado mes de febrero, a partir de las mal llamadas elecciones, hubo un sector que pensó que ciertamente Raúl Castro iba a gobernar y a hacer reformas, otros tuvieron dudas razonables. Ha sido el transcurso de los meses el que ha dicho, que las principales directrices políticas del país las dicta una persona sin voz y sin rostro, que identifican con Fidel Castro; pero el que no se vea ni se oiga, son razones para pensar que esa pluma puede ser “cualquiera” preparado a tal efecto. Habría que añadir, bien preparado, pues sus exposiciones contienen el mismo “cantinfleo” que ha caracterizado al “Comandante en Jefe”.
Las últimas dos “Reflexiones” del ahora llamado “Compañero Fidel” hacen recordar que la línea ideológica dura, presente en la gerontocracia que dirige el país, vuelve sobre: más de lo mismo. La culpa de lo malo que sucede en Cuba, la tiene “cualquiera” menos quienes la gobiernan al más alto nivel. Es por eso que se plantea en “Los Vicios y las Virtudes”, que: “Toda manifestación de privilegio, corrupción o robo tiene que se combatida y no hay excusa posible en esto para un verdadero comunista”.
Lo que implica que los altos funcionarios, que viven bien, en mansiones, con autos, aire acondicionado, comidas especiales, viajes al extranjero y toda una serie de privilegios para ellos y su familia, están exentos de ser verdaderos comunistas.
Por otra parte afirma: “El robo en fábricas, almacenes, servicios automotrices, hoteles, restaurante y otras actividades donde se manejen recursos o dinero, tiene que ser combatido sin tregua por los militantes del Partido”. Al leer esta parte de la “Reflexión”, se puede pensar que en el momento en que se escribió, no se tomó en consideración que los empleos en los que se hace posible llevar a cabo cualquier tipo de corrupción, robo o privilegio, los ostentan los militantes del Partido, porque es condición indispensable para ser dirigente, estar identificado con la Revolución y pertenecer a sus organizaciones de masa, y para ciertos y determinados cargos, ser militante del Partido.
Sin embargo, después al concluir esta idea, se recapacita, porque por el contrario se tomó esto muy en cuenta, ya que finalmente se explica que después de las medidas legales, los militantes deben ser sancionados por el Partido, sin extremismos. Esto implica que en pleno conocimiento de que son precisamente los militantes los que tienen las posibilidades de corromperse, no importa que delincan, y sean juzgados, se orienta tener precaución para no acabar totalmente con el Partido.
La Revolución también está dañada por otro mal: los privilegios conscientes o tolerados y los inventos burocráticos. Esto hace volver al punto inicial ¿quién en Cuba puede conceder privilegios? Solo aquellos que por tanto tiempo han detentado el poder. Todos los recursos más preciados en el país, eran parte de la “Reserva del Comandante en Jefe”. Sólo él, hacía regalos a diferentes países, como un central azucarero, un aeropuerto y más recientemente el equipamiento para 43 hospitales en Bolivia, cuando aquí se carece de estos medios, en cualquier lugar de la Isla.
En otro momento de su “Reflexión” –lo cual debe asombrar a Sylvio Rodríguez (el cantautor) y a aquellos propagandistas de las “prisiones escuelas”, “la tarea confianza” , etc.,- escribe: “Tampoco premiar idiotamente a los incorregibles en nuestras prisiones: que adquieran un oficio, pero no soñar convertirlos en científicos”.
Finalmente la arremete contra la disidencia, que como siempre, califica de mercenaria, pero que tras el paso del huracán Ike, se pudo constatar, que contradictoriamente vive en condiciones tan difíciles que una gran parte de ella ha sido damnificada del ciclón. La amenaza y la prepotencia están presentes en esta alusión, cuando los acusa de pretender impunidad, pero a su vez plantea: “se complace en poner a prueba la paciencia y ecuanimidad del poder revolucionario”.
Todos los que disienten, en particular los que se oponen, conocen perfectamente que el “poder revolucionario” es capaz de llevarlos a prisión, dejarlos sin trabajo, aislarlos socialmente y no permitirles adquirir productos para resolver los daños de su vivienda, entre otras cosas. No es necesaria la amenaza. ¡Para los disidentes, el peligro está siempre presente!
Ciudad de La Habana, 23 de septiembre de 2008.