Por: Arnaldo Ramos Lauzurique.
El 14 de marzo del presente año, se hizo público el Acuerdo No. 30/11 del Comité de Política Monetaria del Banco Central de Cuba, que decía en uno de sus párrafos: “…a partir del 14 de marzo del 2011 la tasa oficial del peso convertible con relación al dólar estadounidense quedará fijada en 1x1 en todo el territorio nacional, tanto para las operaciones cambiarias realizadas por el sector empresarial, como para las que realiza la población a través de CADECA”, pero seguidamente unas supuestas aclaraciones desmentían lo anterior y las personas comunes de la población comprobaron indignadas posteriormente en las CADECAS (Casas de Cambio), que solo les daban 0,87 pesos convertibles (CUC) por cada dólar, dado que se mantenía el gravamen del 10% y que el margen comercial por las operaciones bancarias había subido -del ya exagerado 2,65- a 3,15%.
Independientemente del chasco que se llevaron muchas personas, algunos optimistas pretendieron ver en esta medida un signo de que se trataba de dar un paso para sanear las finanzas de la nación, pero como todo en Cuba, el papel del dinero está tan distorsionado que esa medida muy poco resuelve.
El primer elemento distorsionador es que no existe una sola moneda nacional y que incluso las dos monedas en curso, no son los únicos medios de cambio, de ahorro, de atesoramiento, ni de medición del valor de los bienes y servicios.
El CUP, también denominado Moneda Nacional (MN), tiene dos tipos de cambio con relación al CUC, de 1x1 para el sector empresarial y 25 x1 cuando la población lo compra en las CADECAS. En el primer caso está sobrevaluado, en la medida en que en que el CUC también lo está y en el segundo, depreciado dado su escaso poder de compra; pero pese a sus limitaciones es la verdadera moneda nacional, ya que es la que reciben los trabajadores como salario y la principal fuente de ingresos de la población.
El CUC, que comenzó siendo un medio monetario secundario, ha ido adquiriendo mayor relevancia, ya que en la práctica es el que mide el balance general de la economía y es la moneda en que circulan las remesas familiares del exterior, así como parte de los ingresos de la población, en salarios, primas y propinas. También es la moneda en la cual cambian los trabajadores parte de su salario para poder adquirir artículos de primera necesidad, que les están vedados en la moneda en la cual cobran. Además juega un papel creciente en el abastecimiento de la población de bienes y servicios de primera necesidad y un lugar casi único en la adquisición de bienes duraderos.
Esa moneda, además de su doble cotización frente al CUP, tiene una doble cotización frente al dólar, que se cambia 1x1 cuando se trata de una remesa que se envía por la agencia Western Union y a razón de 0,87 dólares cuando la compra la población en las CADECAS.
Hay otras monedas que juegan un papel relativo, aunque no puedan circular, ya que es posible abrir cuentas de ahorro con ellas o servir de medios de atesoramiento, la población con excedentes financieros las considera mucho más confiables que las monedas nacionales.
Existen además otros vehículos no monetarios que cumplen o contribuyen a cumplir funciones que deberían corresponder a los medios monetarios, sobre todo en el cambio y la circulación, como son los distintos sistemas de distribución: el racionamiento, las ventas especiales por festejos y las gratuidades, con su consecuente multiplicidad de precios, lo cual facilita nutrir el potente mercado negro o economía subterránea del país; sin obviar que oficialmente existen dos sistemas de precios, uno para el sector estatal y el otro para la población.
Como se aprecia no es posible dar una idea de los tipos reales de cambio del CUP y del CUC, ya que tanto su valor intrínseco, como sus precios en otras monedas es errático y caótico.
Con todo lo anterior cabe la pregunta: ¿Cumplen cabalmente las dos monedas nacionales las principales funciones del dinero? No son aceptables ni confiables como medios de cambio, ni como depósitos de valor, ni de atesoramiento; y mucho menos pueden cubrir el papel de medición del valor de los bienes, cuando sus propios valores son confusos.
Todo lo anterior hace desconfiar de la validez de las cuentas nacionales medidas en esas monedas, además de que la propia contabilidad del país es reconocida oficialmente como muy deficiente, por lo que el nivel y distribución del PIB, especialmente en lo que se refiere al consumo, arroja resultados exageradamente altos.
El Producto Interno Bruto (PIB) para 2009 informado -con esas deficiencias- se elevó a 62 279 millones de pesos (en CUC o CUP) para un per cápita de 5 541 pesos y el consumo de los hogares ascendió a 29 830 millones de pesos, casi la mitad del PIB (49,04%). Pero esos 29 830 millones de pesos se tradujeron en la adquisición de bienes y servicios con un impuesto de circulación de 12 791 millones de pesos, por lo que el consumo real se redujo a solo 17 039 millones de pesos, que representa 1 516 pesos per cápita. Además, una parte de ese valor, que no puede precisarse, en lugar de representar un nivel equivalente en CUC, se cambió en las CADECAS a razón de 25 CUP por un CUC, por lo que solo significó un 4% del valor que representó en las cuentas nacionales.
Con tal cúmulo de entuertos y distorsiones es imposible tener una idea del nivel de vida de las personas en Cuba, sin hablar ya de la infame calidad de la vida, donde además concurren factores sociales y políticos propios de una tiranía sofocante.
La Habana, 24 de marzo de 2011.