Dialogar con la dictadura sobre este tema debe ser un asunto bien engorroso, porque ningún país democrático puede compartir con el régimen la idea de lo que es “derecho” y mucho menos un “ser humano”
LA HABANA, Cuba. -Tanto los Estados Unidos de América, como la Unión Europea, quieren conversar con Cuba sobre derechos humanos, y el régimen de la Isla hace como que está dispuesto a abordar el tema, pero de forma bilateral, ya que también acusa a los EEUU de ser violador de estas potestades, sin pensar que los europeos se queden atrás.
Aunque el gobierno cubano reconoce que sus prácticas no son perfectas, no acepta ser el único que las viola. En particular aprovechan el hecho de que el Presidente de los Estados Unidos de América es negro, se refiere a la discriminación racial que se lleva a cabo en ese país por la policía, que mata a los que tienen ese color de piel.
Si bien es cierto que en otros países ocurren abusos circunstanciales, que no se pueden prever ni evitar, en Cuba, se convierten en el día a día, es parte de la política gubernamental; como si fuera poco, estas violaciones están recogidas en la Constitución y en otras leyes. Se puede decir sin temor a equivocarse que la Declaración Universal de los Derechos Humanos se infringe en sus 30 artículos.
Hay algunos que creen de que el régimen tiene voluntad política, que es la que no aparece por ningún lugar; como tampoco la voz del pueblo para defender sus derechos, para ser escuchado, porque durante estos 56 años de dictadura ha permanecido acallado.
Raúl Castro expresó que cada país tiene derecho a escoger el sistema político que quiera; pero Cuba no tiene esa potestad, ni siquiera a seleccionar a sus dirigentes. ¿Cómo saber el sistema político que quieren los cubanos, si no se lo permiten decidir? Sería importante que se le propusiera al régimen basado en lo que plantea el propio “Presidente”, la realización de un referéndum al respecto. Pero antes también se debería permitir explicar en qué consisten las libertades del capitalismo, porque durante todos los años de dictadura, tres generaciones de cubanos han vivido sin conocer estas libertades, solo con la propaganda negativa que sobre sus bondades se ha llevado a cabo.
En el caso de los Estados Unidos de América, se ha planteado que cada vez que se reúnan van a analizar dos tópicos, propuestos por cada parte. Quizás estaríamos otros 50 años más tratando de solo “revisar” en estas conversaciones las violaciones de los derechos humanos; pero eso no implicaría que haya progresos y se resuelvan las necesidades del pueblo.
Casi siempre los problemas se enfocan al hostigamiento y represión que recibe la oposición interna, lo que implica que se hable de libertades de expresión y asociación, y las detenciones arbitrarias. Pero si bien es cierto que ello atenta contra la posibilidad de desarrollo de movimientos pacíficos, también los disidentes viven conscientes de lo que puede sucederles una vez que se vuelvan personas contestatarias al régimen.
Sin embargo, el pueblo, que se ve ahogado por la propiedad estatal, que lo hace dependiente de la dictadura, no tiene en primer lugar ni derecho a la vida, porque cuando se analiza la forma en que se desarrolla la existencia de los cubanos, se transmite la falta de los medios indispensables para mantener un nivel aceptable de supervivencia y con la percepción constante de que se vive ahogado; sin derechos personales, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales; considerando como un lastre las dificultades que se han acumulado con la moralidad, el orden público y el bienestar en general.
Las personas realizan estudios superiores y después no tienen garantizado dónde poder trabajar, por lo tanto no ven el futuro por ningún lugar, solo promesas. Durante años se habló de justicia social y un número considerable de ciudadanos ha perdido la ayuda económica que requiere su situación personal. El imprescindible techo para vivir y la posibilidad de participación en la vida social de su comunidad. Aquellos que con mucho sacrificio logran levantar cualquier estructura que se parezca a una casa, pasado algún tiempo son desalojados y demolidos sus esfuerzos, siendo lanzados a las calles.
Si bien es cierto que solucionar algunos de estos problemas requiere el desarrollo de políticas gubernamentales, que no aparecen por algún lugar; en ocasiones, se reconoce –por parte del régimen- la ética ciudadana perdida, pero no se avanza más allá. Hay que destinar recursos y deseos de utilizar alternativas que permitan mejorar los problemas de la sociedad, entre ellos la recuperación de ese conjunto de normas morales que rige la conducta humana. Si tan solo se hiciera una parte sería un gran alivio para los cubanos.
¿Por qué no hablar de estos problemas, si la propia dirección del país los reconoce? ¿Por qué no referirse a esta parte de la pérdida de valores que ha traído el sistema, que viene acompañada de la violación de los derechos de toda la sociedad?
¿Qué cubano se siente personalmente seguro en nuestro país? Cualquiera puede ir caminando por la calle y ser víctima de una detención arbitraria, de que se le incaute un bien que lleve consigo; que se le registre en medio de la vía pública; todo esto es algo que no ocurre solo a los disidentes.
¿Cuántos cubanos son perjudicados por un proceso judicial injusto? ¿Cuántos ciudadanos de nuestro país están presos por Peligrosidad Predelictiva, sin cometer siquiera un delito, ir a la cárcel y cumplir 4 años de privación de libertad? El solo hecho de modificar esta legislación sería de mucha ayuda para el pueblo, pues en las prisiones hay cientos de personas encarceladas sin haber perpetrado ningún crimen. Esto es producto de que no existe separación de poderes, todo lo relacionado con la justicia se subordina a las decisiones del Estado.
También los nacionales somos objetos de la invasión de nuestra vida privada, a través de las mal llamadas organizaciones de masa, en particular los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Después de tantos años podrían dejar de operar, ya que han ido perdiendo poco a poco sus funciones, este es un punto que puede ser objeto de conversación por parte de los países que se afanan por aliviar nuestros sufrimientos.
La correspondencia por Internet, las llamadas telefónicas, incluso el correo, son violados por el régimen y no permanecen como algo privado. El cubano no tiene ni siquiera derecho a vivir donde quiere, ni a moverse libremente por el país, sin ser luego deportado a su lugar de origen.
No se le reconoce la nacionalidad a los que adoptan otra. Para salir y entrar en el país no pueden hacerlo con el pasaporte extranjero; y sin embargo los que visitan Cuba, residentes en otros países, no tienen derecho a los hospitales y servicios como el resto de los cubanos, tienen que pagarlos como si fueran foráneos, en divisas.
Según plantea el Gobierno de Estados Unidos, para ellos es de gran importancia su relación con los grupos defensores de los derechos humanos en su país, incluyendo aquellos que son muy críticos con sus políticas. Y han explicado que cuando se comiencen las conversaciones alentarán a sus pares en la Isla a que vean los grupos independientes del mismo modo. Sin embargo, se ha sacado a Cuba de la lista de país patrocinadores del terrorismo internacional. No existe una lista de patrocinadores del terrorismo doméstico, algo que practica la dictadura en contra de toda la oposición interna a lo largo y ancho del archipiélago; porque en estos momentos lo único que estorba en sus relaciones con EEUU y Europa es la oposición, si logran deshacerse de ella, por cualquier forma, tendrán resueltos todos sus problemas de imagen.
La realización de un diálogo con la dictadura sobre Derechos Humanos, es un asunto bien engorroso, porque ningún país democrático puede compartir con el régimen la idea de lo que es “derecho” y mucho menos un “ser humano”. Es por eso que si pudiera haber algún cambio en este intento, solo dependería del régimen y de alguna que otra variable económica que quedara suelta en las relaciones con estas dos áreas geográficas; porque la intransigencia de por vida de los hermanos Castro con los derechos humanos, no tiene otro sentido que mantenerse violándolos.
La historia ha dejado claro que lo referente a los derechos fundamentales y las libertades públicas, es un tema de protección, indispensable para la sociedad, frente al poder del Estado. Se puede conversar sobre ello todo lo que quieran, cualquier pequeña mejoría sería muy bien recibida, pero solo el pueblo podrá hacerse valer ante el régimen que lo esclaviza, cuando despierte del letargo en que ha permanecido tantos años.
Por su parte la oposición tiene que ganarse el derecho a representar al pueblo, cuando los ciudadanos sean capaces de ver en ella los embajadores de los derechos humanos que les han sido quitados. No se encontrará el apoyo de las masas mientras se pida: ¡Libertad para los presos políticos!, se den gritos de ¡Abajo la Dictadura!, etc. Tales arengas no son del interés de la mayoría.
Si se pudieran ligar tres cosas, en poco tiempo se constataría la mejoría para nuestra nación: Obtener algunos resultados para el pueblo de las conversaciones del régimen con Estados Unidos de América y la Unión Europea sobre Derechos Humanos; un cambio de táctica por parte de la oposición interna, que permita que la sociedad nos vea como defensores de sus derechos; y un despertar del ciudadano cubano, acerca de sus garantías constitucionales, que pueda confrontar que no están expuestas allí en la primera Ley de la República, que de forma contradictoria solo se reflejan sus limitaciones.
Claro está, no sería lo óptimo, lo que todos quieren que es un cambio radical hacia la democracia, pero untar un poco de libertades en el tejido social, aliviaría por algún espacio de tiempo los dolores que padece.