Por: Arnaldo Ramos Lauzurique.
El problema de la vivienda parece que va a quedar “felizmente” resuelto, al menos en palabras, en este quinquenio, ya que el Ministro de Economía declaró en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular que “…en el año 2015… debe quedar un déficit en el orden de 200 000 viviendas.” Quiere ello decir que de ahí en adelante solo faltaría un empujoncito para liquidar lo que se consideraba oficialmente como el problema social más grave que afrontaba el país.
Raúl Castro en su discurso del 26 de julio de 2007, cuando aún no se burlaba del argumento del bloqueo, reconociendo la crisis de ese sector, dijo que éste “…agobia de manera directa y cotidiana en la vivienda” y ese agobio quedó evidenciado cuando el recientemente depuesto Ministro de la Construcción declaró en noviembre pasado que el 38 % de las viviendas se encontraban en regular y mal estado, lo cual representaba aproximadamente 1 330 000 de las 3,5 millones existentes, de las cuales según otras informaciones, 216 429 se encontraban en La Habana y 1 113 571 en el resto del país.
Aunque el Ministro de Economía situó el déficit actual en 500 000, los cálculos más conservadores indican que constituye más del doble de ese volumen. La dinámica de las cifras disponibles de: fondo habitacional, viviendas construidas y dadas de baja; es muy fragmentaria y cambiante, lo cual dificulta hacer un cálculo exacto de las necesarias para reponer las que deben demolerse y las que deben destinarse a la ampliación; tomando en consideración, en este último caso, que frecuentemente dos, tres y hasta cuatro generaciones comparten una vivienda. Sin embargo, partiendo del fondo de viviendas de unos 2 millones en 1958, el déficit que se estimaba en esa época, de un millón de ellas, el crecimiento de la población en el período, las pocas bajas producidas, casi exclusivamente provocadas por derrumbes, los escasos esfuerzos dedicados al mantenimiento y la reparación y las viviendas construidas en el período, calculadas entre 1,5 y 2 millones; permiten establecer que son más de un millón las viviendas que deben ser construidas.
Ese déficit puede atribuirse en buena medida al insuficiente mantenimiento, que se elevó de 1981 a 1988 a un nivel nunca alcanzado, antes ni después, de 380 millones de pesos, un promedio de apenas 20 pesos anuales por vivienda, lo cual explica el alto nivel de deterioro.
Es ampliamente conocida la situación de las viviendas en la capital, y también en el resto del país, en el que los huracanes, aún los de poca intensidad, provocan destrozos considerables por la precariedad de éstas, en las que predominan los ranchos con cubiertas de techos blandos.
Además de la vivienda en específico, hay que referirse a la problemática de las ciudades y pueblos importantes, y en especial la capital, que requieren una verdadera remodelación y modernización integral, dado el deterioro de todo el sistema urbano, como son los viales internos, los acueductos y alcantarillados y sus redes, el transporte y demás servicios, donde habría que incluir los imprescindibles trabajos para soterrar los obsoletos, impresentables y costosos tendidos eléctricos. En particular La habana requerirá cuantiosas inversiones para ponerla a la altura de cualquier urbe del tercer mundo.
La milagrosa solución anunciada por el Ministro de Economía se apoya, según los lineamientos del VI congreso del PCC, en la construcción personal, el trabajo por cuente propia y otras formas no estatales, el empleo de tecnologías que ahorren materiales y de fácil ejecución por la población, es decir, rudimentarias; todo ello basado en la adquisición de materiales a precios no subsidiados en moneda nacional (altos precios) o en divisas; lo que contribuirá a expandir en el espacio las lúgubres aldeas hoy existentes.
Los lineamientos no hacen referencia al crecimiento y modernización que requeriría la industria de materiales de construcción a ese fin y mucho menos a las necesarias importaciones para una terminación adecuada de esas inversiones.
En particular no se aborda en profundidad el grave problema de los servicios de acueducto, en los que los vericuetos para solucionar el abasto de agua a la ciudad de Santiago de Cuba, han sido solo un botón de muestra de lo que se enfrentaría para resolverlo en La Habana, donde entre otras cuestiones, el 70 % del agua que se bombea no llega a los consumidores, por el deterioro de las redes y la falta de disponibilidad de herrajes en moneda nacional para las viviendas; lo cual significa que en esa ciudad cada año se bombea el agua suficiente para el consumo de más de tres años.
El relato de José Martí en su obra La edad de oro titulado: “La historia del hombre, contada por sus casas” podría completarse con una secuencia de las moradas cubanas en estos 52 años, pero quizás ello merecería ser objeto de otro libro menos propio para la niñez.
La Habana, 25 de enero de 2011.