No.24
Desde el Hospital de la prisión Combinado del Este en Ciudad Habana, Normando Hernández González, Grupo de los 75.
El Calvario de Daniela VI
Un golpe demoledor
Inicia el mes de octubre de 2009, Daniela entre tanta oscuridad ve una luz, la niña en cada conversación telefónica que tiene con el padre se ilusiona, recrea fantasías, se entusiasma y le hace saber que el día de la visita le dará una sorpresa.
El progenitor adula a su princesita e intenta saber lo que su hijita le tiene preparado, pero solo logra que la niña le diga: “Papá, las sorpresas no se dicen”.
Pasan las semanas y la expectación aumenta, la niñita está eufórica, intriga al padre, se divierte con él, juega a las adivinanzas, pero no revela su secreto. Una y otra vez le confirma: “Papá, las sorpresas no se dicen”.
Daniela cuenta los días que faltan para la visita, pero como decimos en buen cubano, la alegría en casa del pobre dura poco, más aún cuando existen militares que se crecen, alimentan, viven gracias al odio que en ellos habitan y cuyo trabajo, entre tantas aberraciones, crueldades, crímenes, es destruir sutilmente a Daniela.
Estos militares comandados por el teniente coronel que se hace llamar Boris, el que su verdadero nombre es Ernesto, no están ajenos a la alegría de la niña y no pueden permitir que Danielita sea feliz y por tanto un día antes de la visita, trasladan al padre, por pura rutina para el Hospital Nacional de Reclusos, a más de 500 kilómetros de su residencia.
Daniela, al enterarse del traslado de su papito, enternecida en llanto, le implora por teléfono: “Papá, no te vayas para La Habana, si te vas para la Habana, no te veré más, no te vayas para La Habana papá”. Los sollozos, suspiros y gemidos que emite la niñita hacen llorar también al padre, quien a duras penas logra controlar un poco el sufrimiento de su princesita, no obstante Daniela continúa lamentándose: “Papá, si te vas para La Habana no podré darte la sorpresa, si te vas para La Habana, no podré celebrarte el cumpleaños. Mamá y yo, no podremos celebrarte el cumpleaños papá. Si te vas para La Habana, no te veré más”.
Efectivamente, la niña se había pasado todo un mes, ensayando canciones, poemas y bailes, para el día de la visita sorprender al padre y celebrarle los 40 años de edad que cumplía. Hasta había soñado con fotografiarse junto al padre, en esta ocasión el golpe fue demoledor. Boris o Ernesto como quiera llamarse, mató, asesinó las ilusiones, las fantasías, el entusiasmo de una niñita de 7 añitos, provocándole un shock nervioso crítico y prolongado al nivel de tener que ser atendida por el psiquiatra, quien incrementó los psicofármacos y prolongó el tratamiento.
Daniela sufre, los medicamentos la hacen sentir extraña, no sabe explicar lo que siente, pero se da cuenta que no es su estado natural. La madre al verla tan triste le pregunta lo que le pasa, la niña solo responde: “No sé mamá, hay algo, tengo una cosa aquí adentro, en el pecho, que me aprieta, no tengo deseos de hacer nada, no soy yo”, y comienza a llorar y a preguntar por su papá….
Ciudad de La Habana, 1ro. de marzo de 2010.
Normando Hernández González, prisionero de conciencia del Grupo de los 75, en la prisión de Camagüey y transitoriamente en el Hospital del Combinado del Este en Ciudad de La Habana.
Este artículo fue leído vía telefónica por su esposa Yaraí Reyes Marín.
Desde el Hospital de la prisión Combinado del Este en Ciudad Habana, Normando Hernández González, Grupo de los 75.
El Calvario de Daniela VI
Un golpe demoledor
Inicia el mes de octubre de 2009, Daniela entre tanta oscuridad ve una luz, la niña en cada conversación telefónica que tiene con el padre se ilusiona, recrea fantasías, se entusiasma y le hace saber que el día de la visita le dará una sorpresa.
El progenitor adula a su princesita e intenta saber lo que su hijita le tiene preparado, pero solo logra que la niña le diga: “Papá, las sorpresas no se dicen”.
Pasan las semanas y la expectación aumenta, la niñita está eufórica, intriga al padre, se divierte con él, juega a las adivinanzas, pero no revela su secreto. Una y otra vez le confirma: “Papá, las sorpresas no se dicen”.
Daniela cuenta los días que faltan para la visita, pero como decimos en buen cubano, la alegría en casa del pobre dura poco, más aún cuando existen militares que se crecen, alimentan, viven gracias al odio que en ellos habitan y cuyo trabajo, entre tantas aberraciones, crueldades, crímenes, es destruir sutilmente a Daniela.
Estos militares comandados por el teniente coronel que se hace llamar Boris, el que su verdadero nombre es Ernesto, no están ajenos a la alegría de la niña y no pueden permitir que Danielita sea feliz y por tanto un día antes de la visita, trasladan al padre, por pura rutina para el Hospital Nacional de Reclusos, a más de 500 kilómetros de su residencia.
Daniela, al enterarse del traslado de su papito, enternecida en llanto, le implora por teléfono: “Papá, no te vayas para La Habana, si te vas para la Habana, no te veré más, no te vayas para La Habana papá”. Los sollozos, suspiros y gemidos que emite la niñita hacen llorar también al padre, quien a duras penas logra controlar un poco el sufrimiento de su princesita, no obstante Daniela continúa lamentándose: “Papá, si te vas para La Habana no podré darte la sorpresa, si te vas para La Habana, no podré celebrarte el cumpleaños. Mamá y yo, no podremos celebrarte el cumpleaños papá. Si te vas para La Habana, no te veré más”.
Efectivamente, la niña se había pasado todo un mes, ensayando canciones, poemas y bailes, para el día de la visita sorprender al padre y celebrarle los 40 años de edad que cumplía. Hasta había soñado con fotografiarse junto al padre, en esta ocasión el golpe fue demoledor. Boris o Ernesto como quiera llamarse, mató, asesinó las ilusiones, las fantasías, el entusiasmo de una niñita de 7 añitos, provocándole un shock nervioso crítico y prolongado al nivel de tener que ser atendida por el psiquiatra, quien incrementó los psicofármacos y prolongó el tratamiento.
Daniela sufre, los medicamentos la hacen sentir extraña, no sabe explicar lo que siente, pero se da cuenta que no es su estado natural. La madre al verla tan triste le pregunta lo que le pasa, la niña solo responde: “No sé mamá, hay algo, tengo una cosa aquí adentro, en el pecho, que me aprieta, no tengo deseos de hacer nada, no soy yo”, y comienza a llorar y a preguntar por su papá….
Ciudad de La Habana, 1ro. de marzo de 2010.
Normando Hernández González, prisionero de conciencia del Grupo de los 75, en la prisión de Camagüey y transitoriamente en el Hospital del Combinado del Este en Ciudad de La Habana.
Este artículo fue leído vía telefónica por su esposa Yaraí Reyes Marín.