Se podría delinear una imagen de la capital a través de un recorrido por el municipio de Centro Habana, en particular por la calle Neptuno, que es una de sus principales vías. Comienza en el Prado y termina en la Universidad de La Habana, pasando por la sede de las Damas de Blanco, en una zona en la que el dinero circulante está muy escaso, o dicho en lenguaje popular: “no hay un quilo”.
Existen allí numerosos lugares de ventas particulares, que incluyen ropa, zapatos, útiles del hogar, discos, carteras, servilletas sanitarias, diferentes productos para la limpieza, piñatas y artículos de fiesta, entre otros. También pululan las carretillas de vendedores con alguna que otra fruta y viandas. Pero casi no hay clientes, solo vendedores.
Hay tiendas estatales que ofrecen sus artículos en CUC y en moneda nacional (mal llamada así, ya que ambas monedas son nacionales). Estos establecimientos están prácticamente vacíos y con muy poco surtido.
Es habitual que algunos artículos que se venden en divisa desaparezcan de las tiendas. Sin embargo, los revendedores los tienen en la calle a precios muy altos. Cuando son de primera necesidad, como por ejemplo lo que está sucediendo ahora con las frazadas (colchas) para limpiar el piso, llegan a alcanzar precios que representan hasta el triple de su costo. También el Estado se aprovecha y, cuando reinicia su venta, les aumenta el precio.
Una tienda que vende productos cárnicos, leche, yogur y otros derivados, ubicada a la altura de la calle Consulado, se distingue por su mal olor. Se puede advertir que sus productos están congelados desde hace mucho tiempo. La gente no los compra, porque los precios son muy altos para el nivel adquisitivo de la población que vive en esa zona.
En el momento en que pasé frente al comercio que está en la esquina de Águila (antigua Roseland), era surtido con paquetes de perros calientes, y antes de que terminaran de colocarlos en las neveras, ya había cola. La empleada dijo textualmente: “Esta es la comida de los pobres”.
Un paquete de perros calientes tiene un precio de 0.90 cuc, equivalente a 22.50 en la llamada moneda nacional, es decir, casi una jornada y media de cualquier trabajador promedio. Hoy, las comidas más populares entre lo que podríamos denominar la “clase media habanera”, son arroz amarillo con perrito, espagueti con perrito, papas (cuando las había) con perrito, etc…
Siempre, al paso por Neptuno, vas a encontrar alguna tienda “cerrada por remodelación”. ¿Qué pasó con los inventarios en venta? ¿Se contaron? ¿Se guardan a buen recaudo? Eso es difícil de contestar, ya que al parecer los faltantes, los productos ociosos, los artículos en mal estado, son problemas que se solucionan cambiando algo en el establecimiento, es un método que se repite por en todos lados.
A veces son departamentos de algunas tiendas los que se cierran. Otras veces la “remodelación” es completa. En ocasiones hay también convenientes incendios salvadores, como el que se produjo de la Tienda La Puntilla. Nunca se conocen las causas del incendio. La última información para el pueblo es: “Se está investigando” y no se habla más del asunto.
Al inicio de la calle Neptuno se paran los llamados “boteros” en sus almendrones, a pregonar para donde van, generalmente para el Vedado o Marianao. Meses atrás, era difícil conseguir un asiento en uno de estos autos, cuyo tarifa es de 10 pesos por persona. Ahora, con la situación de falta de dinero que está viviendo el país, ellos también tienen que hacerse propaganda.
Durante el recorrido por Neptuno, no faltaron los latones de basuras mal olientes y desbordados, en el medio de la acera o en plena calle, impidiendo el paso peatonal.
Caminar por Neptuno es todo un reto. Las estrechas aceras están muy deterioradas y las personas acostumbran pararse a conversar delante de las puertas de las casas, lo que obstaculiza aun más el tránsito peatonal. En esta zona no hay parterre, por lo que no se le puede echar la culpa del deterioro de las vías a las raíces de los árboles. En general, el panorama es tétrico, por la cantidad de casas destruidas, balcones despedazados y la mayoría de las fachadas despintadas.
Antes de que en Cuba comenzara el proceso “involucionario” de 1959, la gente paseaba por esta calle para ver las atractivas vidrieras de sus tiendas. Siempre se mantenía limpia. Sus comercios, múltiples y de todo tipo, estaban abiertos a toda hora. Además, el trato entre las personas era cortés y educado. Hoy, de todo eso no queda sino un escenario en ruinas.
La Habana, 2 de julio de 2012. Cubanet