Viernes, 27 de Julio de 2012 07:44.
Cuba actualidad, Santos Suárez, La Habana.
La célula fundamental de la economía es la empresa, que representa una unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos, incluyendo la empresa estatal socialista cubana.
Cuando se crea una actividad de este tipo, hay que comenzar con la redacción de una serie de documentos públicos en los que se definan sus objetivos, cuál es su razón social, su domicilio fiscal, quiénes integran la dirección, cuál es el volumen de capital estatal inicial, la definición física de los activos que posee, entre otros.
Lo anterior implica el control físico de los medios básicos, a través de chapillas con sus respectivos números; de las mercancías en almacén y también de los insumos; y por supuesto la contabilización de los mismos.
Estas entidades se supone que mantengan activa la "Teoría de la empresa", que consiste en el estudio del comportamiento de la organización empresarial, de cómo compran las materias primas, las técnicas de producción, las cantidades a producir y de cómo fijan los precios. Pero la mayoría de ellas comenzaron "con el pie izquierdo", hay que recordar que cuando fueron confiscadas, los que actuaron como interventores, eran miembros del ejército rebelde, muchos sin ninguna preparación en negocios e incluso educacional; esto dio al traste con las secretarias, las cuales no utilizaban porque no sabían cómo y pasaron a ser un "objeto decorativo", que tendió incluso a desaparecer, incluso dejó de estudiarse esta técnica en las escuelas. La taquigrafía y la mecanografía se convirtieron en algo innecesario.
Habría que añadir que este hecho de entregar los bienes del Estado a personas confiables, se mantiene, 53 años después, y prueba de ello fueron las palabras del Ministro de Educación Superior, en el Noticiero Nacional Estelar de Televisión, cuando afirmó que no importaba que los graduados universitarios fueran capaces, que lo importante es que sean revolucionarios, y fieles al sistema.
Si se remite la historia al año 1965, se recordará "La lucha contra el burocratismo", etapa como todas, introducida por Fidel Castro en la economía –de la cual por cierto no se ocupaba- en la que consideró que no eran necesarios los contadores y tampoco los controles, y se suspendió incluso la contabilidad por partida doble. Las empresas cayeron en un limbo administrativo, del cual no se han recuperado; adicionalmente la Zafra de 1970 y su idea incumplida de alcanzar 10 millones de toneladas de azúcar, sacó de sus puestos de trabajo, a la mayoría de los que ocupaban cargos de dirección y técnicas de control, para incorporarlos a cortar caña; esto condujo quizás a las exequias de la fiscalización estatal.
También podría adicionarse el momento en que el "Jefe de Todo" decidió el horario de conciencia, etapa en que las personas podían entrar al trabajo a la hora que quisieran, incluso no asistir, sin que se le hiciera algún descuento de su salario. De este da lo mismo ir a trabajar que no, se desprendió: "Da igual atender bien o no, voy a ganar lo mismo", que ha degenerado –mayoritariamente- en los malos servicios que se prestan en todos los centros comerciales del país.
Aunque se supone que los directivos estén más interesados en la producción y las ventas, lo que demuestra la eficacia en su gestión, la mayoría prefiere –en el tiempo en que pasan por esos niveles de dirección- entrar en el juego de la corrupción y resolver el problema de sus casas, el abastecimiento de comida y ropa a sus familias, los paseos en los autos con chapa estatal, de dirigente o privada, según se les asigne; y después que los echen, con un carné del Partido Comunista de Cuba en el bolsillo, tratar de caer más arriba.
En síntesis, las empresas cubanas se pueden calificar con un solo sustantivo: "ineficientes