Por: Arnaldo Ramos Lauzurique
Locura senil, cinismo, temor o quizás por esas tres motivaciones a la vez; Fidel Castro hizo el 13 de febrero en sus “Reflexiones” este asombroso y escandaloso comentario:
“Sería un error imaginar que el movimiento popular revolucionario en Egipto obedece teóricamente a una reacción contra las violaciones a sus derechos más elementales. Los pueblos no desafían la represión y la muerte ni permanecen noches enteras protestando con energía por cuestiones simplemente formales.”
Según este señor, las violaciones a los derechos más elementales, son simplemente formales, lo cual pone de manifiesto la carga de cinismo de esa declaración; y cuando expresa que los pueblos no se rebelan por eso, está negando la condición humana de las multitudes, suponiendo que la libertad, la democracia y las violaciones de los derechos humanos no son suficientes motivaciones para ellas; y que en Egipto la rebelión de las masas fue solo una reacción ante sus malas condiciones materiales y el quebrantamiento de las normas legales.
Ese enfoque refleja, a su vez, el temor de que las masas en Cuba puedan tomar el ejemplo de Egipto y el deseo de que ello no ocurra, dadas las promesas ilusorias contenidas en los lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, acerca de que habrá una mejoría en la situación económica del país en los próximos años.
Pero ni aunque hubiera una muy improbable mejoría en ese sentido, el ambiente social, moral y legal; así como el quebrantamiento sistemático de todos los derechos civiles y políticos y la falta total de libertad y democracia; son tan aplastantes que ya la inmensa mayoría del pueblo cubano no cree en una solución sin un cambio de régimen y todo se circunscribe al cuándo y al cómo.
En Egipto pueden pasar muchas cosas después de la caída de Mubarak, pero lo ocurrido hasta ahora allí, asusta a los tiranos como Fidel Castro y pone de relieve el poder de las masas cuando deciden deshacerse de éstos.
De ahora en adelante la frase “un Egipto”.